miércoles, 28 de enero de 2009

Todo un arte


Comer spaghetti es todo un arte. Y un arte nacional que, dominado por los italianos, sólo en circunstancias muy excepcionales lo es por los habitantes del resto del mundo. Generalmente no hay nada más ridículo que ver a alguien debatiéndose torpemente con las largas tiras de pasta, viendo cómo resbalan del tenedor o vuelven a salirse de la boca. Hay, naturalmente, quien tira por la calle de en medio y, saltándose a la torera todas las reglas, los corta en pequeños trozos y simplifica así la operación. Pero ésta es una de esas cosas que sólo las grandes personalidades pueden permitirse sin temor a no ser excluidos de los círculos mundanos. Aunque a Susan Strassberg no le falta personalidad, [….] ella ha preferido intentar adaptarse a las normas. El resultado, como muestran las fotos, no puede calificarse de excesivamente brillante, a pesar de que la actriz cuenta con un profesor de campanillas, George Chakiris, que pasó varios meses en Italia con motivo del rodaje de la “La ragazza de Bubbe”, al lado de Claudia Cardinale. Ahora la pareja rueda la película en los estudios londinenses, “The high bright sun” bajo la dirección de Ralph Thomas. Y el rostro angustiado de la Strassberg parece indicar que, aunque no se dé por vencida en la dura batalla, está deseando verla llegar a su fin para poder lanzarse, sin miedo al ridículo, sobre otro plato más clásico.

domingo, 11 de enero de 2009

Un poco de reflexión

¡Qué corto de alcances es! No tiene talento
ninguno. Desde hace muchos años no hay otro
arquitecto en la ciudad, en la que no se ha construido
en todo ese tiempo una casa de regulares
condiciones estéticas y prácticas. El buen señor
se guía por métodos de construcción horriblemente
rutinarios. Cuando se le encarga una casa,
lo primero que dibuja en el plano es el salón.
Luego añade el comedor, el cuarto de los niños,
el gabinete, las alcobas, y pone en comunicación
unas con otras por medio de puertas todas
estas habitaciones, de modo que para llegar
a la última es preciso pasar por cada una de las
anteriores y nadie puede disponer enteramente
de ninguna.
Se advierte que conforme va componiendo el
plano se le van ocurriendo ideas incoherentes,
estrechas, mezquinas, limitadas, y que conforme
va dándose cuenta de sus olvidos va añadiendo
detalles.
La cocina la coloca siempre en el sótano, con
una bóveda de piedra y un suelo de ladrillos. La
fachada siempre es sombría, seca, triste, de líneas
severas, baja, como aplastada; las chimeneas,
anchas y feas, están cubiertas por unas
caperuzas de alambre.
No sé por qué, todas las casas construidas
por mi padre me recuerdan de un modo vago su
sombrero de copa y su nuca.
Poco a poco los habitantes de la ciudad se
fueron acostumbrando a su estilo arquitectónico,
que llegó a tener un valor local.
Ese mismo estilo lo llevó a mi vida y a la de
mi hermana. A mí me puso el nombre bíblico de
Misail y a mi hermana el histórico de Cleopatra.
Cuando era pequeña, le hablaba de las estrellas,
de los sabios de la antigüedad, de nuestros
abuelos, que debían servirnos de ejemplo. A la
sazón tenía ya veintiséis años y seguía hablándole
de las mismas cosas.



"Historia de mi vida".
Chekhov, Anton Pavlovich.

jueves, 8 de enero de 2009

El tiempo a tus pies



Las mañanas frías pero soleadas.
La protección del mar.
La arena mojada y ligera.
Cañas para brindar.

Las tardes nubladas.
Los paseos en bicicleta.
Los abrazos a modo de abrigo.
Las caricias a modo de maquillaje.

Las noches enteras.
Eclipse con dos bocas.
Fascinación por dos o tres estrellas.
Placer y sueño bajo su manto.

No es regresión, pero tampoco avance temporal.
Es simplemente “El tiempo a tus pies”.